sábado, 9 de febrero de 2013

De Villa Mitre, la ciudad.


De Villa Mitre la ciudad

Todos los días, cuando tengo tiempo para pensar, para fantasear, fantaseo. Lo hago a menudo con Villa Mitre, el lugar de donde vengo, mis verdaderas raíces están ahí. Esa mística especial que se genera sólo en mi barrio natal, no es algo que alguien de otro lado pueda entender, porque la mística de Villa Mitre es única, distinta. Para cualquiera que no haya estado allá un tiempo considerable, imagina que el sentimiento es una conexión similar a la que tiene All Boys con Floresta o San Lorenzo con Boedo. Para cualquiera que no haya estado allá un tiempo considerable y nos escuchan hablar de Villa Mitre, piensan que fanatizados por el deporte perdemos el juicio y hablamos desde lo que nos gusta el fútbol o el basket. Pero si alguien estuvo por Villa Mitre un tiempo considerable (hablo de vivir algunos años) puede venir y contarles de un aura que se respira por cada rincón de nuestro barrio, de nuestra ciudad.



Tenemos nuestros supermercados, panaderías, carnicerías, kioscos, verdulerías, peluquerías, heladerías… Pero no hablo de las grandes cadenas, cuando digo “nuestros” me refiero a Rosvi (heladería ligada históricamente a Villa Mitre), a Iñaki (polirrubro si los hay), a la peluquería del Chonguito que te habla de fútbol y por supuesto del fútbol de Villa Mitre. Además tenemos un fanatismo distinto con el club, a menudo nos dicen de otros barrios bahienses “ustedes no son hinchas, son enfermos de Villa Mitre” y los villamitrenses nos reconocemos así de enfermos, nos encanta, es parte de nuestra identidad. A veces somos soberbios, es cierto, pero somos soberbios como es el Diegote, soberbios porque nos sabemos únicos.



¿Y cuándo jugamos? Ay ay, cuando jugamos… Hay a algunos que les causa gracia que un hincha de un club equis diga “jugamos bien” refiriéndose a su equipo, es incluso llamativo. Pero cuando juega Villa Mitre SIEMPRE es “jugamos” jamás vamos a sentarnos a ver un partido. Vamos a sufrir los partidos, como si no fuese suficiente tener que laburar toda la semana para poder pagar todas las cuentas, como si no tuviésemos bastantes kilombos personales, como si necesitáramos sufrir más. Pero no es una decisión, no es que somos masoquistas, es la enfermedad que les contaba más arriba la que nos obliga a seguir sufriendo. No podemos decir simplemente “no vuelvo nunca más a la cancha”, porque si no volvemos nunca más a la cancha, la vida pierde sentido. Podemos enojarnos, podemos putear, podemos incluso dejar de ir un tiempo, pero no podemos no ir nunca más porque la enfermedad no es terminal, pero sí para toda la vida.


-Oriundo de Villa Mitre-

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